.
Una cosa es que estas palabras sean controvertidas, y otra cosa es que una mente llena de controversias no las comprenda. El miedo, el odio, el sufrimiento, la inseguridad, la desconfianza, son cotidianos sentimientos humanos que se sienten dentro. Por eso ¿cómo podría, pues, una persona, empezando por la creyente en Dios, creer que el reino de Dios está dentro? Esos sentimientos forman las tinieblas mentales, o metafóricamente serían como una puerta que está a cierta distancia con un letrero y una imagen del demonio tal como la persona se lo imagina, y el reino de Dios estaría al otro lado de la puerta. Por eso el disfrute del reino de Dios es la vivencia después de cuando la persona ha afrontado su miedo a la puerta, ha vencido al guardián -el orgullo- y ya es libre (del miedo), de modo que el aire puro y la luz de Dios en su habitación de la mente personal (antes en tinieblas y a oscuras) y el alma revive la vivencia de la libertad y la vida eterna, la herencia del reino de los cielos. La mayor parte de su vida la persona suele mirar hacia el otro lado -el mundo- donde hay "salvadores" que ofrecen ideologías "salvadoras", y algunas veces -inevitablemente- la persona mira hacia su puerta, aunque la reacción normal es volver de nuevo la vista afrontando el futuro (cuyo otro lado es la muerte física), de modo que la persona mantiene tras ella su puerta, en el pasado, como la Sombra que le sigue, pendiente de ser abierta, como desprender al corazón de la coraza del miedo. Mientras la persona reacciona así, proyecta en el mundo los mismos demonios que hay pintados en su muro, pero cuando se enfrenta a su muro es cuando se concede la oportunidad de trascenderlo (que no significa que lo vaya a trascender). En este sentido la llegada del reino no es espectacular como lo es un espectáculo público.
Una cosa es que estas palabras sean controvertidas, y otra cosa es que una mente llena de controversias no las comprenda. El miedo, el odio, el sufrimiento, la inseguridad, la desconfianza, son cotidianos sentimientos humanos que se sienten dentro. Por eso ¿cómo podría, pues, una persona, empezando por la creyente en Dios, creer que el reino de Dios está dentro? Esos sentimientos forman las tinieblas mentales, o metafóricamente serían como una puerta que está a cierta distancia con un letrero y una imagen del demonio tal como la persona se lo imagina, y el reino de Dios estaría al otro lado de la puerta. Por eso el disfrute del reino de Dios es la vivencia después de cuando la persona ha afrontado su miedo a la puerta, ha vencido al guardián -el orgullo- y ya es libre (del miedo), de modo que el aire puro y la luz de Dios en su habitación de la mente personal (antes en tinieblas y a oscuras) y el alma revive la vivencia de la libertad y la vida eterna, la herencia del reino de los cielos. La mayor parte de su vida la persona suele mirar hacia el otro lado -el mundo- donde hay "salvadores" que ofrecen ideologías "salvadoras", y algunas veces -inevitablemente- la persona mira hacia su puerta, aunque la reacción normal es volver de nuevo la vista afrontando el futuro (cuyo otro lado es la muerte física), de modo que la persona mantiene tras ella su puerta, en el pasado, como la Sombra que le sigue, pendiente de ser abierta, como desprender al corazón de la coraza del miedo. Mientras la persona reacciona así, proyecta en el mundo los mismos demonios que hay pintados en su muro, pero cuando se enfrenta a su muro es cuando se concede la oportunidad de trascenderlo (que no significa que lo vaya a trascender). En este sentido la llegada del reino no es espectacular como lo es un espectáculo público.
.
La llegada del reino no será espectacular.
.
... no es un espectáculo para masas, sino una vivencia íntima imperceptible para el público del mundo, y por eso el reino de Dios no está aquí ni allí como si fuera un país más del Reino del Hombre -el Mundo- o como una fiesta que está programada en el tiempo para empezar dentro de una semana, si es que la persona no ha cumplido antes su compromiso forzoso con la muerte. Otra cosa es el compromiso voluntario de afrontar la puerta. Y ninguna persona de mundo, sobre todo si cree que el reino le espera después de la vida (y de la muerte física), no puede saber si alguien ha abierto algún portal ni reconocer al planeta (o a una neurona del organismo humano) como reflejo de la esencia divina, lo cual no requiere de que ninguna persona abra ningún portal. La mente mundana es ruidosa y despistada (no demasiado ni poco) en medio de la confusión de sus tinieblas, y por eso la gente que cree en que va a resucitar después de la vida/muerte, no hace nada, en vida, para disolver sus tinieblas, el velo. O hace todo para mantenerlas sin creer que las mantiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario