martes, 23 de marzo de 2010

Independientemente de que el final de la historia que cuentan los cuatro evangelistas fuera conocida de antemano por el protagonista (Jesús), no fue el pueblo judío el que cumpliera el papel de "matar a Jesús" sino el poder sacerdotal que necesitaba usar a la masa popular judía como fuerza física y de presión hacia el gobernador, que era el único poder -extensión del césar- con autoridad para ejecutar sentencias, como la misma sentencia que habían decidido los sumos sacerdotes al declarar reo de muerte a Jesús. Unos 300 años después, en el año 1.054 desde la Fundación de Roma (que aún no era el "325 de la era cristiana", cosa que ocurriría 200 años más tarde cuando Dionisio el Breve estableció el comienzo de la era cristiana), el emperador de Roma y el Clero legalizaron el cristianismo como religión oficial con el título de "catolicismo" en base a su propia imagen racionalista acerca de una realidad espiritual inimaginable (llamada "el Cristo", tradicionalmente asociada al hombre Jesús), pues creándola era como podían cumplir lo que Simeón le revelara a María sobre que su hijo sería signo de contradicción: que la imagen sobre "Cristo" creada por los sacerdotes fuera causa de división por no poder ser aceptada por todos de forma que la humanidad quedara dividida entre "creyentes" y "no creyentes" en tal imagen y organización. Divide y vencerás. Según cuentan los evangelistas, los líderes religiosos, temerosos de perder su necesario dinero en su alianza con el estado (el césar) y el poder sobre el pueblo sobre el que se apoyaban, estaban en continuo conflicto con Jesús y fueron los que decidieron que era reo de muerte. El pueblo judío sólo sería el instrumento con el que los sumos sacerdotes podían presionar al poder político que era el único que podía ejecutar sentencias. Después, desde el año 325, el Clero pasó a gobernar al nuevo "Pueblo de Dios", los cristianos, durante por lo menos 1685 años.

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